Construyendo nuestro eportfolio

Este año tenemos una propuesta distinta: vamos a construir un eportfolio (en realidad, cada uno va a crear su propio eportfolio). El año pasado, los chicos de 4to año 2018 comenzaron con esta experiencia de la mano de Pat Chujman. Pero este año tenemos una novedad… ustedes van a tener que crear un eportfolio bilingüe.

¡Todo un desafío!

Antes de ponernos manos a la obra, tenemos que poder responder una pregunta fundamental:

¿Qué es un eportfolio?

Para poder responder y responderse esta pregunta, Pat les dejó algo de información y una consigna de trabajo. Siempre que tengan dudas, pueden volver a esta entrada en el glob de Pat: http://pchujman.cumbresblogs.com/2019/04/14/your-learning-eportfolio/

Una vez que hayan terminado este trabajo podrán decir que dieron comienzo a su eportfolio.

Pero… ¿qué más vamos a incluir en nuestros eportfolios?

A continuación les dejo algunas especificaciones que nos permitirán comenzar a comprender el trabajo del año:

Si bien existen distintos tipos de eportfolios, nosotros vamos a trabajar sobre uno un particular: el eportfolio de experiencia. Esto quiere decir que ustedes tendrán que elegir algunas de las experiencias de clase para presentar y compartir.

¿Cuáles? Las que ustedes elijan; las que más hayan disfrutado, o los hayan hecho sentir orgullosos. También puede ser que elijan alguna sobre la que tengan algo que decir, aunque no haya sido su experiencia preferida. Ustedes encontrarán sus propios criterios de selección.

Eso sí, las actividades deben corresponder a sus clases de Literatura o Literature.

¿Cuántas? Tendrán que presentar un mínimo de 10 experiencias de clase: 3 del primer trimestre, 4 del segundo y 3 del tercero. Para que su eportfolio sea realmente bilingüe, les pedimos que seleccionen experiencias de ambas materias: mínimo 4 actividades de cada materia (es decir que presentarán 5 y 5 o 4 y 6).

¿Dónde? En el blog, por supuesto. Por eso, desde ya les pedimos que vayan creando la categoría eporfolio.

¿Cómo? Para presentar cada experiencia de clase van a seguir 3 pasos.

Los 3 pasos para presentar una experiencia de clase en el eportfolio

Paso 1

Contar la experiencia de clase punto por punto, dando cuenta de la consigna y de los trabajos realizados. Por último, mostrar el producto final (ensayo, cuento, poster, video).

Paso 2

Presentar una reflexión personal del trabajo realizado (una reflexión sobre el aprendizaje). En cada caso tendrán que poder responderse si aprendieron algo nuevo, qué aprendieron, cómo aprendieron mejor, por qué la actividad les resulto productiva, qué no aprendieron, por qué, qué tendrían que haber hecho para aprovechar mejor la actividad, cómo podrían haberla mejorado, cómo tendría que haber sido su participación en clase para obtener los mejores resultados posibles.

Paso 3

Conectar la actividad realizada con alguna otra cosa: puede ser con temas o actividades de otras clases o materias, o puede ser que establezcan un vínculo con elementos de su vida cotidiana, con textos que ustedes lean por su cuenta o películas, canciones, series que consuman. Todas las conexiones son válidas y los van a ayudar a poner en contexto los trabajos de clase. Lo que nosotros leemos, estudiamos y pensamos no existe por fuera y por separado de nuestra vida; tenemos que poder integrarlo como parte de nuestro conocimiento del mundo. Así, de alguna manera van a estar haciendo una reflexión sobre los temas de clase.

 

Esta es la idea general. A medida que pase el tiempo vamos a ir precisando nuevas especificaciones. Y yo voy a incluirlas en esta entrada, que los va a guiar a lo largo del trabajo. Ante cualquier duda, podemos recurrir a Pat, que seguramente podrá orientarnos mucho.

 

Y ahora sí… ¡a trabajar!

Pensar la literatura argentina: primer trabajo escrito del año

Consigna de trabajo: 

A partir de la lectura del cuento “Casa tomada” de Julio Cortázar y de una de sus clases impartidas en la universidad de Berkeley, y tomando en consideración su biografía, escribir un ensayo argumentativo que permita sostener alguna de las siguientes hipótesis:

  • “Casa tomada”, cuento escrito por Julio Cortázar, es un texto que participa de la literatura argentina.
  • Julio Cortázar puede ser considerado como un modelo del escritor argentino e incluso del escritor latinoamericano.

Para resolver las consignas, deben tener en cuenta:

Las actividades realizadas sobre el cuento «Casa tomada», y el cuadro sobre la literatura argentina que elaboramos entre todos.

PRIMER TRIMESTRE: PENSAR LA LITERATURA ARGENTINA

UN TEXTO DE LITERATURA ARGENTINA

 

UN TEXTO DE LITERATURA ARGENTINA

CASA TOMADA, JULIO CORTÁZAR

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

CONSIGNA DE TRABAJO: a partir de las ideas elaboradas durante la última clase y sintetizadas en un cuadro publicado en la entrada anterior, considerar por qué este texto participa de la literatura argentina. 

INTERVENCIONES DE LO SOBRENATURAL: PRIMER EJEMPLO

Hasta ahora estuvimos trabajando sobre distintas intervenciones de lo sobrenatural, pero desde nuestra escritura. Por eso, ahora vamos a leer un ejemplo de un escritor argentino: Julio Cortázar.

No se culpe a nadie, Julio Cortázar

El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas, por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente, pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire, al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver, por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara, sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso, respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación, es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver, lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, aunque su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas, en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.

 

Para analizar el cuento, responder:

1. ¿Cómo es el espacio en el que transcurre el texto? ¿Se trata de un espacio sobrenatural?

2. ¿cuál es el evento sobrenatural que irrumpe en el texto?

3. ¿Cómo actúa el personaje principal? ¿qué reacciones le genera el encuentro con lo sobrenatural?

4. ¿Qué reacciones genera en el lector la irrupción de un evento sobrenatural en este texto?

Luego, resolver la siguiente consigna:

Justificar la siguiente cita: «en el texto, lo esperable y cotidiano se vuelve inesperado y extraño».

PRIMER TRIMESTRE: PENSAR LA LITERATURA ARGENTINA

Durante este primer trimestre del año 2019 vamos a organizar nuestro estudio en torno a una pregunta:

¿Cómo se define la literatura argentina?

Para empezar, ¿tienen alguna respuesta posible?

¿Qué hace que un texto pertenezca al universo de la literatura argentina?, ¿cuándo podemos decir que un autor escribe literatura argentina?, ¿qué separa a la literatura argentina, qué la hace única?

  1. En forma individual, responder las preguntas.
  2. Entre todos, conversaremos sobre las respuestas de cada uno.

COMO RESULTADO DE LA CONVERSADO EN CLASE, ENTRE TODOS ARMAMOS UN CUADRO: CUADRO LA LITERATURA ARGENTINA

INTERVENCIONES DE LO SOBRENATURAL: UNA INTRODUCCIÓN PRÁCTICA

Vamos a comenzar nuestro año con un ejercicio de escritura. A partir de este ejercicio vamos a plantearnos una pregunta que trataremos de resolver a lo largo de todo el trimestre…

¿Cómo interviene lo sobrenatural en la literatura?

Consigna de trabajo:

  1. Escribir un relato en el que se cuente algún episodio vivido durante las vacaciones. Puede tratarse de un episodio llamativo, digno de mención, o puede tratarse de un episodio cotidiano, de lo más ordinario. Lo importante es que se presente de manera narrativa. ¡Atención! Hay que tener en cuenta que no se está pidiendo que se relate lo que se hizo en las vacaciones. La idea no es presentar una crónica de viajes, ni un recuento de paseos. Tienen que elegir algún episodio concreto, y narrarlo.

 

Vamos a un ejemplo:

 

Era temprano. Serían las 9 de la mañana, no más tarde que eso. La niña tenía hambre, y por eso tuve que abandonar el cómodo sillón en el que me había acomodado a mirar el noticiero. Una noticia sobre el clima quedó por la mitad, y yo ya no pude saber si aquel día llovería hacia el final de la tarde.

Me levanté despacio, porque estaba de vacaciones y podía perder el tiempo. Pero los bramidos de la pequeña aceleraron mi ritmo y, de pronto, ya estaba en la cocina. Abrí la heladera y tomé el agua (Glaciar, baja en sodio). Luego vertí exactamente 120 mililitros en la pequeña mamadera de plástico. La llevé al microondas y programé el equipo para que la calentara durante tan solo treinta segundos.

Treinta segundos son muy poco tiempo, y sin embargo el tiempo muerto entre tarea y tarea me invitó a la reflexión. Pensé en que era muy conveniente vivir en este milenio, y disponer de electrodomésticos como el microondas, que facilitan la vida. Mi madre me calentaba la leche al fuego, y seguramente debía dedicar muchos más minutos de su día a la simple tarea de darme de comer… ¿o acaso mi madre tenía microondas, y era mi abuela la desdichada que no podía disfrutar de esta ayuda doméstica?

El bip bip biiiiiip del microondas me sacó del ensimismamiento en el que había caído rápidamente y supe que era hora de completar mi tarea. Extraje la mamadera con agua y la posicioné junto a la lata de leche maternizada. Abrí el plateado producto y, en su tapa azul, encontré la cucharita que servía, además, como medida. Está siempre en la tapa; quienes elaboran el producto lo pensaron así, para que no se pierda. Una cucharada, dos cucharadas, tres y cuatro. Una por cada 30 mililitros de agua. Luego tapé la mamadera con su correspondiente tapa rosca y, con una mano, la batí.

Las partículas de la leche en polvo se fueron mezclando con el agua, una por una. Una por una, es verdad, pero tan rápidamente que en pocos instantes la leche estaba lista.

Pronto regrese al living, donde mi niña me esperaba ansiosa. En la tele había reaparecido el hombre que, en el noticiero de la mañana, informa sobre el tiempo. Esa tarde no llovería.

 

  1. La segunda parte de la consigna consiste en pensar un evento sobrenatural que pueda intervenir en el relato.

¿Cómo? De la manera que se les ocurra ¿Qué elemento? Sean creativos.

Es posible que tengan la mente en blanco, es posible que después de las vacaciones sientan que no se acuerdan cómo hacían para resolver las consignas de clase tan rápidamente. Es posible que añoren la tranquilidad de enero…

En ese caso, les propongo una solución. Cambien su relato con el de un compañero, lean el relato amigo, y luego discutan entre los dos qué evento sobrenatural podría intervenir en cada caso. Luego del intercambio de ideas, vuelvan cada uno a su trabajo y escriban… esta parte es individual.

 

Acá va mi ejemplo:

PROBLEMAS DE VERANO

Era temprano. Serían las 9 de la mañana, no más tarde que eso. La niña tenía hambre, y por eso tuve que abandonar el cómodo sillón en el que me había acomodado a mirar el noticiero. Una noticia sobre el clima quedó por la mitad, y yo ya no pude saber si aquel día llovería hacia el final de la tarde.
Me levanté despacio, porque estaba de vacaciones y podía perder el tiempo. Pero los bramidos de la pequeña aceleraron mi ritmo y, de pronto, ya estaba en la cocina. Abrí la heladera y tomé el agua (Glaciar, baja en sodio). Luego vertí exactamente 120 mililitros en la pequeña mamadera de plástico. La llevé al microondas y programé el equipo para que la calentara durante tan solo treinta segundos.
Treinta segundos son muy poco tiempo, y sin embargo el tiempo muerto entre tarea y tarea me invitó a la reflexión. Pensé en que era muy conveniente vivir en este milenio, y disponer de electrodomésticos como el microondas, que facilitan la vida. Mi madre me calentaba la leche al fuego, y seguramente debía dedicar muchos más minutos de su día a la simple tarea de darme de comer… ¿o acaso mi madre tenía microondas, y era mi abuela la desdichada que no podía disfrutar de esta ayuda doméstica?
El aire estaba extraño. Caí en un profundo ensimismamiento, y pronto sentí que ya no podría salir de él. Me sentí más pesada. Sentía como si mi cuerpo se transformara en plomo. Sentía que mi mente era liviana y se elevaba, mientras que mi cuerpo se hundía en la pesadez de una mañana diferente. Treinta segundos son muy poco tiempo, pero esa mañana duraron una eternidad.
De pronto, el bip bip biiiiiip del microondas me despertó rápidamente y supe que era hora de completar mi tarea. Extraje la mamadera con agua y la posicioné junto a la lata de leche maternizada. Abrí el plateado producto y, en su tapa azul, encontré la cucharita que servía, además, como medida. Está siempre en la tapa; quienes elaboran el producto lo pensaron así, para que no se pierda. Una cucharada, dos cucharadas, tres y cuatro. Una por cada 30 mililitros de agua. Luego tapé la mamadera con su correspondiente tapa rosca y, con una mano, comencé a batir.
Usualmente, cuando uno bate polvo dentro de un medio líquido, este se mezcla fácilmente. Cada partícula de leche debía mezclarse con el agua. El agua debía volverse más espesa y adquirir un color claro. En breves instantes, el producto debía estar terminado. Pero ese día había algo en el ambiente, algo extraño… la leche en polvo seguía perfectamente separada del agua, como una isla en medio del océano.
 
Al comienzo batí la mamadera como siempre, sin prestar atención. Pero al no obtener el resultado deseado, comencé a desesperarme. Tomé el objeto plástico que tanto conocía con ambas manos y lo sacudí frenéticamente. Mientras estaba en movimiento, podía ver cómo el polvo se esparcía dentro del agua, pero sin llegar a mezclarse. Y al dejar la mamadera en reposo podía verla nuevamente: la isla de leche.
 
Desde la otra habitación me llegaba el llanto estridente de mi pequeña, que esperaba su comida ansiosa. Sus gritos no colaboraron con mis nervios y en la desesperación probé algo diferente. Abrí la tapa de la mamadera y comencé a revolver el contenido con una cuchara. El montículo de leche se deshizo en partículas danzantes que ocuparon todo el espacio. Me apuré a poner la tapa y cerrar la mamadera. Pero al quedar el líquido en reposo, me di cuenta de que no había triunfado.
 
Pronto regrese al living, donde mi niña me esperaba hambrienta. Todavía tenía la inútil mamadera sujeta entre mis dos manos, y todavía la agitaba sin darme por vencida. En la tele había reaparecido el hombre que, en el noticiero de la mañana, informa sobre el tiempo. Esa tarde no llovería, pero yo ya no pude saberlo porque ya no pude escuchar el informe. Todos mis sentidos estabas concentrados en un único objetivo. En un acto de exasperación, sacudí la mamadera mientras saltaba y agitaba mis brazos; todo a la vez.
De pronto, como si desde dentro se ejerciera una presión incontenible, la mamadera se escapó de mis manos, se elevó en el aire y explotó en pedacitos. Mi living se vio transformado en una isla de leche. 

Bienvenidos a LENGUA Y LITERATURA 2019 – Segundo año

¡Hola chicos! Anoten este link, tengan en cuenta esta entrada. Los va a acompañar todo el año.

En esta entrada vamos a ir contando y anotando todo lo que estudiaremos a lo largo del curso. Ustedes podrán volver a esta entrada para recordar los temas que estudiamos, y para pensar cómo se relacionan unos con otros. Nos va a servir como un programa de la materia, pero hipervinculado. A partir de esta entrada vamos a organizar todo el material que podrán encontrar en el blog.

Empecemos…

 

PRIMER TRIMESTRE: INTERVENCIONES DE LO SOBRENATURAL

Materiales para el primer trimestre:

  • Libro Las doradas manzanas del sol, de Ray Bradbury. Tienen que conseguir este libro en cualquier edición. La mía es de editorial Minotauro (traducción de Francisco Abelenda). No es necesario que consigan la misma, pero lo recomiendo. Esta es la tapa:
  • Entradas en el blog.
  • Carpeta (no pueden usar cuaderno, tienen que usar carpeta). Es importante que esté siempre completa.
  • Un dispositivo electrónico. Lo vamos a usar en algunas clases, no en todas.

Temas a trabajar:

  • Intervenciones de lo sobrenatural en la literatura: introducción.

Lecturas: «No se culpe a nadie», Julio Cortázar

INTERVENCIONES DE LO SOBRENATURAL: UNA INTRODUCCIÓN PRÁCTICA

INTERVENCIONES DE LO SOBRENATURAL: PRIMER EJEMPLO

 

  • La literatura fantástica. Definición. Características del género y elementos propios. Nociones de Todorov.

Lecturas: «La sirena», «Hola y adiós», en: Las doradas manzanas del sol, Ray Bradbury. VER ACTIVIDADES EN LA CARPETA.

Intervenciones de lo sobrenatural: el relato fantástico

 

  • El cuento maravilloso. Definición. Características del género y elementos propios. Historia del género (del cuento popular al cuento infantil).

Lecturas: «La bruja de abril», «El niño invisible», en: Las doradas manzanas del sol, Ray Bradbury. VER ACTIVIDADES EN LA CARPETA.

Intervenciones de lo sobrenatural: el cuento maravilloso

 

  • La ciencia ficción. Definición. Características del género y elementos propios. Visiones del futuro: utopía, distopía, ucronía.

Lecturas: «El ruido del trueno», «El peatón», «Las doradas manzanas del sol», en: Las doradas manzanas del sol, Ray Bradbury. VER ACTIVIDADES EN LA CARPETA.

Intervenciones de lo sobrenatural: la ciencia ficción

 

  • Comprensión lectora. Otros cuentos de Ray Bradbury como «La fruta en el fondo del tazón».

 

  • Sintaxis: el sujeto y sus modificadores. El predicado y sus modificadores. El predicativo subjetivo obligatorio y el predicativo subjetivo no obligatorio. La oración simple y la oración compuesta. VER EXPLICACIÓN Y ACTIVIDADES EN LA CARPETA.

 

  • Clases de palabras: las preposiciones.

Un tema que pensamos que sabemos…

 

SEGUNDO TRIMESTRE: INTERTEXTUALIDAD EN EL RELATO POLICIAL ARGENTINO

Materiales para el segundo trimestre:

  • Libro La traducción, de Pablo de Santis. Tienen que conseguir este libro en cualquier edición (el idioma original del texto es el español, porque el autor es argentino). Mi libro es de la editorial booket y acá tienen una imagen de la tapa:                 
  • Entradas en el blog.
  • Carpeta (no pueden usar cuaderno, tienen que usar carpeta). Es importante que esté siempre completa.
  • Un dispositivo electrónico. Lo vamos a usar en algunas clases, no en todas.

Temas a trabajar:

  • El relato policial: introducción al género policial. El campo semántico.

Lecturas: «Las aventuras de Johnnie Waverly, de Agatha Christie.

El relato policial

  • El relato policial: información sobre el género. Tipos de relatos de género policial (el policial clásico y el policial negro).

Un poco de información sobre el género policial

  • Sintaxis. La oración unimembre. VER EXPLICACIÓN Y ACTIVIDADES EN LA CARPETA.

 

MÁS ADELANTE NOS OCUPAREMOS DEL TERCER TRIMESTRE.